En 1998 el ‘boli’ fue comercializado, actividad con
la que comenzó la generación del Bonice y la paradoja de los vendedores
ambulantes promovidos por una multinacional.
El
trabajo de los vendedores ambulantes de Bonice pasa por las buenas y malas
ventas, la competencia de sus compañeros, el trato con los clientes y la
estigmatización hacia el empleo informal.
La
rutina de todos los días para los vendedores ambulantes comienza al recoger su
carro y diez paquetes de Bonice (cada uno contiene a su vez diez unidades) en
la ‘casa dispensadora’, lo que representará su venta del día. Luego caminan
hacia los diversos lugares donde tienen establecidos sus puntos de venta; los
cuales también son causa de discusiones debido a la competencia entre
vendedores.
Según
la Superintendencia de Sociedades, las ventas de este producto representan para
la compañía Quala 15.000 millones de pesos anuales en ingresos.
Un trabajo para muchos ‘catanitos’
Los
microempresarios asociados a la empresa Quala dicen que “trabajar con gente
joven es más complicado porque ha pasado que se les da el carro y se van a dar
vueltas y al medio día se van a jugar máquinas, otros no vuelven” y son ellos
quienes deben responderle a la empresa en los inventarios. Es así como dentro
de la comunidad de vendedores ambulantes de Bonice se evidencia la restricción
de la edad a la hora de conseguir empleo en trabajos formales e informales.
La
otra cara de Bonice: los consumidores
Para
las generaciones de finales de los años noventa y de inicios del siglo XXI Bonice
se convirtió en una marca digna de recordación, por supuesto comprarlo era más una costumbre que una necesidad.
El pingüino
en la publicidad de Bonice “personifica
las características de un colombiano ideal”, así lo señala un estudio de
métodos de venta y distribución realizado por estudiantes de la Universidad de
Los Andes en el año 2013.
El
derecho al trabajo informal
Aunque
la policía ha atentado en contra de la
integridad de algunos vendedores al inspeccionar sus carros en busca de
sustancias psicoactivas, las condiciones para que los vendedores ambulantes
puedan ocupar el espacio público están dictaminadas por la Sentencia T-772 de 2003 de la Corte Constitucional, la cual
“establece que si bien las autoridades deben propender por despejar el espacio
público para que sea aprovechado por los ciudadanos (…), antes de ser
desalojados se debe tener un plan con políticas establecidas para que estas
personas sean reubicadas en otro sector (…).”
Mientras
Quala es una multinacional que crece conforme se reinventa, sus vendedores
ambulantes siguen siendo personas similares a aquellos barranquilleros que bajo
el sol sofocante les llevaban a los niños el ‘boli’ para la sed.
*Nombre
cambiado por petición de la fuente.